Cualquier persona con dolor crónico y cualquier persona que viva con alguien con dolor crónico aprende rápidamente las particularidades y consecuencias de largo alcance de ese dolor.
El dolor agudo suele estar localizado y tiene una relación clara con una causa además de estar limitado en el tiempo.
Remediar la causa por lo general hace que el dolor desaparezca sin efectos secundarios adversos.
Además, la intensidad del dolor suele ser fácil de explicar dependiendo de la causa y la localización. Este es el dolor que todos conocemos, pero todas estas características del dolor parecen cambiar cuando el dolor se vuelve crónico.
Nuevos factores.
En el caso del dolor crónico entran en juego todo tipo de nuevos factores, aparte del dolor en sí, que ya no parece comportarse de forma «racional» en términos de intensidad y localización, también intervienen factores sociales como el trabajo.
En el caso de un brazo roto, uno entiende que la persona es incapaz de realizar ciertas tareas, pero en el caso del dolor crónico es mucho menos claro describir y también menos fácil de entender.
Efectos como el de no poder funcionar de forma satisfactoria en el entorno laboral también tienen consecuencias psicológicas: Esto se conoce como factores psicosociales.
En los intentos de comprender mejor los dolores crónicos, ha surgido la idea del «sufrimiento total».
Cosideremos seis aspectos : el sufrimiento físico, las dificultades sociales, las consecuencias psicosociales, las normas y valores culturales, las necesidades intelectuales y las necesidades espirituales.
“Sufrimiento total”
Un ejemplo de los seis factores de sufrimiento total:
- Imposibilidad de practicar deportes (Físico)
- Preocupaciones económicas (Social)
- Culpabilidad por no poder trabajar más (Psicosocial)
- Las instituciones sociales se niegan a pagar, (Normas culturales)
- Ya no puede mantener las mismas relaciones (Intelectual)
- Pensar que el dolor es una prueba de Dios (Espiritual)
Además de las posibilidades de la farmacoterapia a nivel físico para reducir la sensación de dolor (que en el caso del dolor crónico sólo es posible parcialmente sin que el propio medicamento para el dolor cause complicaciones) habrá que encontrar otras soluciones para reducir el «sufrimiento total».
Constelación individual única.
Ya ha quedado claro en el ejemplo que el dolor crónico creará una constelación única para cada paciente. Nadie comparte las mismas necesidades económicas, sociales, intelectuales y espirituales, por lo que cada uno sufre de una manera única.
Por lo tanto, será un reto único para cada individuo con dolor crónico la forma de lidiar con las nuevas limitaciones y posibilidades. Será un desafío aún mayor si la intención es interpretar las circunstancias cambiantes de una manera positiva y verlas como una oportunidad nueva y única para hacer algo especial en la propia vida.
Un desafio intelectual
En mi método enfatizo el desafío intelectual. Parto de la idea de que nuestro intelecto nos permite comprender las condiciones físicas, sociales, económicas y culturales y, por lo tanto, aceptarlas hasta cierto punto, como factores que escapan a nuestra propia responsabilidad. En las ciencias sociales, se supone que al menos el 60% de la vida de una persona está determinada por factores externos a ella. Lo que queda es el margen dentro del cual podemos cambiar nuestras ciscunstancias.
Nuestro intelecto es la herramienta para analizar y comprender las posibilidades, para conocer y reconocer nuestras propias capacidades, para desarrollar una estrategia ejecutable y evaluable de forma continua.
En la vida es como en el ajedrez, debe ser capaz de jugar también una mala posición, ver dónde es posible mejorar y apreciar la belleza de una defensa.
Nuestro intelecto es también el único instrumento de nuestro cuerpo para contrarrestar la fuerza centrípeta del dolor.
El dolor se centra en nosotros mismos. Se originó como una necesidad fisiológica para la supervivencia del individuo en circunstancias primitivas. En el dolor crónico, donde todo se ha hecho para apoyar la salud física en la medida de lo posible, el dolor ya no tiene un significado constructivo.
En circunstancias extremas, como en situaciones de lucha o huida, el dolor no se siente. Pero en circunstancias normales es muy difícil ignorar el dolor. Sólo nuestro intelecto es capaz de crear un mundo interior que puede ser un contrapeso; un mundo de experiencia que puede mantener nuestra atención de tal manera que haya menos atención para el dolor.
El papel de una relación terapéutica.
Una relación terapéutica es una «relación de práctica». No es una relación en el verdadero sentido personal o social. Fuera del consultorio, la relación no existe, y todo lo que se discute dentro de las condiciones terapéuticas es sólo un ejercicio para reconstruir nuevas relaciones en la vida, o para hacer cambios constructivos en las relaciones existentes.
En el caso del dolor crónico, la terapia no es un tratamiento del dolor en sentido estricto. Por otro lado, es de enorme valor para el paciente con dolor crónico aprender a vivir con el y especialmente crear un mundo personal alrededor del dolor.
Es también en esta estrategia que la teoría de la mente extendida, nuestra base mental en el mundo, es una gran contribución para ayudar al paciente con dolor crónico en su camino. Junto con las técnicas de embodiment -aprender a encontrar puntos de descanso en el propio cuerpo- y la construcción inteligente de la mente extendida, la terapia puede formar un marco constructivo para aprender a vivir con el dolor de una manera humana en el día a día.
* Frida Kahlo, Arbol de la Esperanza, 1946. Museum of Contemporary Art, Chigaco.